El que nuestra universidad se ponga “al servicio del progreso espiritual y material del país […] generando conocimientos” plantea la necesidad de entender qué es y cómo se genera el conocimiento válido. En el caso de una escuela de administración, cuya objeto de estudio son las organizaciones, resulta importante definir cuándo (creemos que) sabemos algo acerca de su funcionamiento, y cuándo no estamos seguros de aquello. Estas interrogantes son de gran relevancia para la función académica de investigación, porque en su contestación subyace la estructura del método científico. También son importantes para la labor de difusión del conocimiento a través de la docencia, pues tal entendimiento constituye una validación de las materias que se están enseñando.
El estudio del conocimiento es la preocupación central de la epistemología (del griego episte = conocimiento y logía = estudio), disciplina filosófica que se ha desarrollado paralelamente a la ciencia. De hecho, algunas de las principales contribuciones en este campo han sido realizadas por científicos tales P. S. de Laplace, R. Descartes y A. Einstein. El estado actual de esta disciplina norma la actividad científica contemporánea, incluyendo al Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología chileno (FONDECYT), institución con la que nuestra Escuela de Administración colabora activamente.
Como se verá más adelante en este artículo, las líneas de pensamiento epistemológico pueden clasificarse en dos corrientes: la Inducción y la Deducción. En términos muy simples, la Inducción considera que el conocimiento se obtiene sólo a partir de la experiencia, generalizando conceptos a partir de observaciones puntuales. La Deducción estima que el conocimiento se genera sólo a partir de una teoría, utilizando la observación empírica sólo como validación. Nuestro objetivo es mostrar cómo el pensamiento Deductivo se ha impuesto al Inductivo, lo que pensamos debería ser considerado al definir la agenda científica y docente de las escuelas de administración.
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